domingo, 4 de septiembre de 2016

Bien abierta



Me dijiste que te gustaba la cuca bien abierta, tanto como la mente de Dios. Me dijiste que las plantas ya no iban a ser verdes, sino rojas, plateadas, algunas igual al oro. Me dijiste que esperabas de mi florecer, pero me rociaste todo el día con tu inadaptada situación.
Escuchá! La ciudad te llama. Pendejo. Como quisiera que tuvieras las nalgas más paradas y a setenta o un metro del suelo para poder lamerte el ano cada vez que me arrodillo pidiéndote disculpas. No te olvidés de mi y de mis insistencias que te alegraban las noches y las felicidades de siempre. Dejá tu fugacidad, fútil cuerpo que ya no me desea, pero que sigo queriendo con las fuerzas de mis intestinos. Porque algo es cierto: nunca te quise con el corazón, siempre con las tripas, allí hay más realidad.
Siempre tuyo, Allen

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